en la ISLA del DIABLO

Gabriel Hakel

Después de intentar llegar 40 años antes, Gabriel Hakel relata su viaje a las llamadas "Islas del Diablo", en la Guayana Francesa.

En 1974, antes de terminar la Universidad en Buenos Aires, hice un viaje por todo América del Sur con un amigo de la infancia, con el que nos habíamos conocido el primer día de clases.
Uno de los objetivos era conocer las tres Guayanas, que eran territorios absolutamente exóticos para nosotros. La única información existente en ese entonces, era una guía de viajes inglesa, que se llamaba «South American Handbook». Estaba escrita con bastante humor y su actualización dependía de los datos que los lectores le adicionaban y/o corregían por correo, para la edición siguiente. Por la enorme cantidad de información que contenía, estaba impreso en hojas de «biblia», con unas tapas duras y lustrosas. Nosotros teníamos la última edición correspondiente a 1974.La guía salía cada año y entre octubre y noviembre, se podía comprar en una única librería en la calle Florida, en el centro de Buenos Aires.

Para llegar a las Guayanas, atravesamos primero Bolivia, hasta el norte en Guayaramerín, donde en la frontera con Brasil, pensábamos tomar el mítico ferrocarril Madeira-Mamoré, cuyo viaje recomendaba el «Sotuh American Handbook». Cuando llegamos al lugar del inicio del ferrocarril, vimos desolados, que el ferrocarril hacía un año había dejado de funcionar para siempre y solo nos pudimos fotografiar delante de las locomotoras abandonadas.Con ese antecedente, todo lo que podíamos haber leído acerca de las Guayanas en nuestra guía, nos resultaba incierto. Nuestro trayecto siguió por tierra a Porto Velho, y luego por barco y en DC-3 a Manaus, Santarem y Belem, siguiendo el Madeira y el Amazonas. En Belem tomamos el único vuelo semanal a la Guayana Francesa, cuyo pasaje habíamos comprado en Buenos Aires, unos dos meses antes de salir. Desde Cayena, fuimos por tierra a Kourou, que recién se estaba comenzando a desarrollar, como un centro para la exploración espacial.

En Kourou, nos teníamos que contactar con la Legión Extrangera, para que nos llevaran a las Islas de la Salud, con su barco semanal de abastecimiento y en el día previsto, estábamos en el muelle de Kourou junto a su barco, que los soldados estaban cargando a tope. El oficial a cargo se negó rotundamente de llevarnos. Dijo que el viaje era muy peligroso con la tormenta y el gran cargamento que tenían que llevar. Insistimos por todos los medios de convencerlo y no hubo caso que cambiara su opinión. Durante 40 años siempre lamenté no haber conocido las famosas islas y siempre supuse, que el oficial estaba exagerando con respecto a los peligros del viaje. En 2014 me tomé unos días para viajar a las Guayanas y comprobé (durante un hermoso día de sol), que el oficial de 1974 no exageraba en absoluto, porque el corto trayecto en mar abierto, era bastante peligroso, con un mar muy bravo lleno de corrientes y con unas olas impresionantes.

Las colonias penales francesas se establecieron en la Guayana Francesa en 1852 bajo el reinado de Napoleón III. La Guayana Francesa, con su clima absolutamente tropical, estaba casi despoblada y su colonización era muy dificultosa para el gobierno. Se establecieron dos centros de encierro en el continente (cerca de Cayena y en Saint Laurent de Maroni) y un tercero en las llamadas Islas de la Salud, formadas por un conjunto de tres Islas a unas 14 millas de la costa. En 1870 Francia fue derrotada por Prusia, lo que llevó a exacerbar el antisemitismo en el país. En 1895 fue condenado (con pruebas fraguadas por un supuesto espionaje en favor de Alemania) un capitán de origen judío -Alfred Dreyfuss-, del Ejercito Francés, a una reclusión de por vida en la Isla del Diablo, que formaba parte de la colonia penal de las Islas de la Salud. Este proceso se hizo muy conocido por la defensa del condenado que hizo Emilio Zolá. El Ejército Francés tuvo que rever el proceso y repatriar al capitán Dreyfuss y devolverle su grado militar.

La colonia penal tomó gran notoriedad por las condiciones extremas de seguridad y conducta que regían en ellas y por las severas penas a que eran sometidos los presos que no cumplían con los estrictos reglamentos impuestos por los sádicos carceleros. Las instalaciones penales en la Guayana Francesa fueron suprimidas en 1953, quedando sus instalaciones abandonadas, hasta hace unos 15 años, en que muy lentamente ha comenzado un proceso de restauración del penal, para tratar de atraer al turismo. Las Islas de la Salud, o Islas de la Salvación, (llamadas así porque en la época colonial eran un refugio para las enfermedades tropicales), constan de tres pequeñas islas; todas ellas muy próximas entre sí. La isla, donde están las instalaciones principales, es la Isla Royale. La Isla Saint Joseph únicamente tiene una cárcel donde eran confinados los presos que habían cometido reiterados actos de mala conducta durante su detención y la Isla del Diablo destinada a presos, condenados por razones políticas.

La comunicación entre la Isla Royale y la Isla Saint Joseph, es relativamente fácil ya que el estrecho entre ellas, no tiene corrientes peligrosas y se puede cruzar en un bote de remos. Lo contrario ocurre entre la Isla Royale y la Isla del Diablo, ya que aunque se trata de una separación casi igual de ancha, las corrientes marinas son tan fuertes, que hacen que la navegación entre ambas sea muy peligrosa. Por ese motivo, entre ambas islas de construyó un sistema de poleas con cables sobre sendas estructuras portantes y por ese sistema se pasaban canastos con el aprovisionamiento para la Isla del Diablo. En la época en que Dreyfuss estuvo allí preso (de 1895 a 1899) estaba prácticamente solo en la isla, únicamente acompañado por un guardia, que lo tenía que encadenar cada noche a su catre, en su celda. La Isla del Diablo se hizo tan famosa, que prácticamente a todo el conjunto de las tres pequeñas islas se las llama «Isla del Diablo», sin diferenciar a una de otra.

Durante la existencia de las colonias penales en la Guayana Francesa, siempre hubo relatos que tenían gran repercusión. Pero fue la publicación de la novela «Papillón», en 1971, que hizo que la Isla del Diablo tuviese una masiva difusión mundial. Su autor, Henri Charriere, no pudo probar que pasó por todas las vicisitudes que cuenta en su novela «autobiográfica», (sino que recopiló con cierta liviandad muchos relatos de otros presos, o que directamente inventó parte de las situaciones narradas), lo cierto es que la novela está escrita de forma amena y uno no puede dejarla hasta el final. Lo que es real es que Charriere realmente estuvo preso varios años en la Guayana Francesa, condenado por estafa y que dos veces se escapó, llegando a Colombia la primera vez y a Venezuela la segunda vez, donde pudo radicarse hasta su fallecimiento. Más tarde se filmó una película con Dustin Hoffman y Steve Mc Queen y aunque el guión de la película se aparta bastante de las secuencias de la novela, fue un éxito de público en todas partes.

Para llegar a las islas, contraté un taxi que me llevó de madrugada de Cayena al muelle de Kourou. Ahí tenía reservado por Internet, un lugar en el catamarán que hace el trayecto a la Isla Royale y una noche de albergue en el hotel que funciona en lo que antes era el cuartel de la guarnición de las islas. El viaje en el catamarán es muy duro por las condiciones del mar. Casi nadie habla a bordo y cada uno solo piensa como la pequeña embarcación (que puede llevar unas 25 personas a bordo), va a pasar la próxima gigantesca ola. El hotel de la Isla Royale no tiene nada de superfluo, pero es cómodo y limpio y la comida es buena. A la vuelta de las islas, mi taxista me estaba esperando, tal como lo habíamos combinado y volví sin problemas a la capital.

CAYENA:

Cayena está llena de movimiento comercial y en su centro hay una serie de edificios coloniales bastante armónicos alrededor de la «Plaza de las Palmeras».