Europa 2023

Gabriel Hakel

Algunos lugares de Europa que no había conocido.

EUROPA en 2023

Este fue un viaje de cuatro semanas a Europa, uniendo unos lugares que no conocíamos y otros, a los que hacía mucho tiempo que no habíamos vuelto a ir. Es siempre atractivo viajar por Europa, pero hay tantos turistas en todos lados, que uno termina un poco agobiado, ya que la «vida real», no está presente en los lugares que uno visita. Además, es cada vez peor la saturación de los aeropuertos y la buena opción de hacer trayectos en tren, se complica, si se lleva bastante equipaje. Primero fuimos al Salento, que es la última parte del «taco de la bota de Italia». Desde Lecce, fuimos en auto bordeando el mar Jónico y luego el golfo de Tarento, terminando el recorrido en el aeropuerto de Bari. También hicimos unos trayectos en la Ferrovía del Sudeste a las ciudades medievales de Otranto y Gallípoli, que están atiborradas de turistas, aunque tienen un emplazamiento precioso sobre la costa del mar.

EL VIAJE TUVO ESTAS ETAPAS:

1. SALENTO.
2. ESTAMBUL.
3. SALÓNICA-KALAMBAKA (METEORA)-ATENAS.
4. COPENHAGEN Y ESTOCOLMO.
5. TRONDHEIM Y ROROS.
6. LUXEMBURGO Y DINANT.

Siempre quise conocer los monasterios colgados en los peñascos de Kalambaka (Meteora), en la parte central de Grecia. Después de estar tres días en Estambul, volamos a la muy agradable ciudad de Salónica en la costa Norte del Mar Egeo en Gracia, desde donde fuimos en auto a Kalambaka (Meteora). Supuse que se tenía que llegar hasta los monasterios por caminos angostos y de ripio para luego subir por las escaleras hasta sus accesos. Contrariamente a todos los recaudos que había tomado, el camino del circuito que enlaza todos los monasterios es muy sencillo de manejar y es ancho y está muy bien pavimentado con protecciones en las partes sinuosas y es posible hacer todo el recorrido en muy poco tiempo. Los paisajes desde la ruta son lindísimos y cambian en cada curva del camino. Los monasterios están en gran parte reconstruidos y a mi me parecieron más como unas posadas para turistas, que para monjes de clausura. De allí seguimos en auto a Atenas, donde pasamos solo una noche, pero nuestra estadía alcanzó para subir (una vez mas) al Partenón y bajar por el precioso barrio de Plaka.

Hacía muchos años que no íbamos a Copenhagen y a Estocolmo, que ahora desbordan de turistas y de residentes «no nórdicos». Con pocos días de estadía, cualquier opinión es bastante relativa y aunque la pasamos bien y recorrimos bastante, nada nos impactó demasiado. En Copenhagen nos alojamos en el hotel sobre la entrada del Canal Nyhavn y desde allí pudimos ver las horribles construcciones que se están terminando del lado de Christiania. Lo mas agradable fue la cena comunal en el Kanalhusett, que fue realmente un hallazgo de sabores y de encuentro con gente de diversos países. Hicimos también un viaje corto en tren a Malmö para cruzar el Báltico por la fantástica obra de ingeniería que vincula ambas orillas. En Estocolmo nos alojamos en la isla central de Gamla Stan, en el pequeño hotel Sven Vintappare de 1607 (!). Fue toda una experiencia estar en ese pequeño edificio medieval y subir el equipaje al último piso por su empinada y angosta escalera.

Trondheim está ubicada en la parte central de Noruega a orillas de un gran fiordo, que brinda resguardo a su importante puerto. Es una preciosa ciudad, con una importante catedral anglicana, con una torre central de casi 100 m de altura y calles con mucha actividad con varios edificios atractivos. Entre los lugares que casi no están mencionados en las guías de turismo, quedan los restos de una importante base de submarinos nazis, que construyeron los alemanes después de invadir Noruega en 1940. Próximo a lo que es ahora una zona con un gran «mall» comercial, se pueden ver las esclusas y diques secos para el mantenimiento de los “U-Boot” y dos enormes guinches, con los que colocaban e izaban los submarinos del agua. Cruzando el Río Nidelva, por un antiguo puente de madera, se llega a un pintoresco barrio con antiguas casas de madera. Con una antigua línea de tranvía, que sobrevive a la modernización, se puede hacer un hermoso recorrido por las laderas de los cerros al Este de la ciudad.

Viaje de Trondheim a Roros y regreso al aeropuerto.

Roros es un pequeño pueblo en la parte central de Noruega que fue el centro de la extracción de cobre desde el Siglo XVII, hasta mediados de 1970, época en la cual dejó de ser rentable esa actividad, debido al agotamiento de los yacimientos. Queda en pié un sector importante de viviendas de madera oscura, donde vivían los mineros y que forman un conjunto arquitectónico interesante, que fue declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Como todos los lugares que tienen ese status, también Roros se ha convertido en un lugar excesivamente saturado de comercios para turistas, pero a pesar de ello, no deja de tener su encanto patrimonial y vale la pena hacer el hermoso camino para llegar allí, rodeado de pinos y abedules junto a ríos caudalosos.

Para terminar el viaje, fuimos (con conexión en Amsterdam) a Luxemburgo. En el Gran Ducado viven unos 650.000 habitantes, de los cuales, casi la mitad, no son nativos del país. Su ciudad capital (del mismo nombre) tiene partes encantadoras con restos de sus impresionantes fortificaciones sobre el serpenteante río que la rodea. En todos lados se percibe el altísimo nivel de vida de esa sociedad. Desde Luxemburgo fuimos en tren a Dinant en Bélgica, que está emplazada sobre el río Mosa, delante de un cerro muy empinado. En la base del cerro hay una extraña iglesia, con una torre que termina en forma de cebolla. La fortaleza sobre el cerro (a la que se puede acceder por funicular) es antiquísima y fue reconstruida y mejorada varias veces hasta 1820, cuando Bélgica fue «inventada», después de la batalla de Waterloo de 1815. Ese lugar fue escenario de varias cruentas batallas de toma y reconquista por parte de las fuerzas alemanas y aliadas, durante la I Guerra Mundial, de 1914 a 1918.